Menudencias de Rogue One: Una Historia de Star Wars
ADVERTENCIA: El ente conocido como Spoiler orquesta este show así que si no te gusta que te arruinen las historias mejor continúa tu camino sin mirar atrás. El objetivo de este escrito es criticar y reflexionar más que reseñar, para que no espere cosas que tal vez no encuentre.
Esta cinta me ha causado mucho conflicto debido a que me considero una especie de warsi light. Pero creo firmemente que los que somos fanáticos o por lo menos seguidores de la saga debemos ser muy críticos con esta nueva generación de cintas y lo creo por dos razones: una es que tendremos películas de una “galaxia muy, muy lejana” por lo siguientes 15 años y porque habrá una variedad interesante de mentes creativas detrás de cada cinta y que Disney reclutará para perseguir esos millonsitos. Tengo la teoría de que, con los años, la saga cobrará una calidad enorme como una especie de mini edad de oro de Star Wars algo así como lo que hizo Nolan con la trilogía del Caballero de la noche. Se vale soñar…
Volviendo a este spin-off dirigido por Gareth Edwards, quien llevó a cabo la respetable Godzilla de 2014, tiene a Felicity Jones como Jyn Erso en el protagónico. Aunque el resto de reparto resulta más memorable, con mi pesar particular por Diego Luna, Donnie Yen o Mads Mikkelsen o el dichoso androide imperial pirateado K-2SO interpretado por Alan Tudyk se quedarán en tu cabeza más que la Jones y sus pucheros o que el pobre Forest Whitaker con un personaje tan sobrante como mal explotado.
El Imperio Galáctico ha creado una super arma capaz de destruir a las fuerzas rebeldes antes de que decidan finalmente enfrentárseles. La misión es robar los planos de dicha arma para tener una ínfima oportunidad. El padre de Jyn, Galen Erso (Mikkelsen) es el ingeniero en jefe que dirige la construcción de la “Death Star”, pero sus convicciones le llevaron a brindarle una falla catastrófica al arma. Los rebeldes interceptan información sobre la ubicación de los planos y montan una ofensiva para capturar los valiosos datos donde el escuadrón “Rogue One” con Jyn Ersen al frente, será la punta de la lanza.
La trama no es para nada novedosa porque se conocía ya su desenlace desde La Nueva Esperanza. Ubicada temporalmente “momentos” antes del filme de 1977, Edwards nos entregó una historia ya sabida, por lo que la ejecución formaba parte de las expectativas. El carácter de spin-off está marcado a pulso en todo el metraje, con música, montaje, fotografía, presentación y vibra en general muy al margen de lo que nos acostumbró Lucas en 6 películas. Es una cinta de aventuras pero con fuerte sazón del género bélico. Un equipo tiene que realizar una misión suicida para alterar el curso de la guerra, misión en la que se pierden muchas vidas y se dan heroicos sacrificios que dotan de intensidad y drama que son propios de este tipo de cine. Es de notar el esfuerzo que se imprimió para lograr esto, junto con el rotundo logro para que Rogue One se vea en su vestuario, utilería y maquillaje como si se hubiese producido con la mentalidad del 77 pero con los recursos del 2016.
El producto de Edwards expone un guion que se empantana innecesariamente la primera mitad de la cinta. El ritmo está bien llevado, pero se decide a desarrollar personajes que no lo necesitan. En concreto Jyn Ersen tiene una especie de construcción de la mano de su padre y de Saw Gerrera (Whitaker) pero que vienen a repetir una idea muy redundante: la rebelión es necesaria, hay que mantener la esperanza y enfrentar al Imperio sin importar las probabilidades. Repito, el ritmo está bien llevado pero sin contenido que satisfaga mucho. Hubiese sido más efectivo partir de personajes que ya están por default luchando contra el Imperio y centrarse en un aspecto no explorado antes: la indecisión de los rebeldes por irse a la guerra. Los personajes hubiesen sido más carismáticos y entrañables con una introducción más explosiva, un conflicto más simple y pragmático para la narrativa, y sin tantos huecos, aunque la ejecución de ese pequeño pantano del guion lo contrarresta un poco.
La segunda mitad es acción pura, el ritmo continúa por buenos caminos para entregar secuencias intensas que curiosamente hace que te importe menos lo que les ocurre a los protagonistas que al resto del escuadrón y de los rebeldes. Nada desentona hasta llegar a un clímax seguido de otro que precede a otro más. Las batallas en tierra, aire y espacio son espectaculares sumadas a la fugaz pero poderosísima aparición de Darth Vader, que entretiene y emociona bastante. El aprendiz del Señor Sith protagoniza una escena muy impactante que recuerda más al Vader genocida y despiadado de La Venganza de los Sith. Agregue las extrañas pero bien recibidas recreaciones digitales de Peter Cushing (Wilhuff Tarkin) y Carrie Fisher (Leia Organa) para lograr un fan service efectivo y moderado.
En su conjunto, logra su cometido. Pero lamentablemente no es suficiente. Con tal conocimiento de las formas, el universo expandido y de las posibilidades que ofrece ese mundo de Lucas, Edwards insiste en darle vueltas al esquema ya probado. No hay una “Death Star” o una “Star Killer” que volar, pero si un escudo que las fuerzas rebeldes deben abrir para dar el siguiente paso, hay que buscar el punto débil, hay que darle estocadas de aguja al corazón para pegarle al Imperio, etc. ¿Por qué no mostrar un puñado de Jedis sobrevivientes que se unan a la causa? ¿Por qué no meter a Vader al centro de las batallas? ¿Por qué quedarse en la estructura narrativa que sinceramente ya hartó? ¿Por qué no soltarse el chongo un poco y plantear una trama dónde un grupo rebelde tenga por misión asesinar altos mandos del Imperio o al Emperador mismo? El varo muestra aquí su apestosa cara.
En conclusión, es una gran película tal vez la mejor ejecutada desde El Imperio Contrataca como opinan algunos críticos, pero le queda mal a las infinitas posibilidades de esa “galaxia muy, muy lejana” para ir en círculos en función de evitar riesgos para el dinero del malvado ratón. Espero que esa edad dorada de Star Wars no esté tan lejana.
