Casi 100 años de Rebeldía: García Márquez, "El Hombre Rebelde"

“La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios.” [1] La anterior, es una frase del famosísimo discurso que dio Gabriel García Márquez en 1982, en Estocolmo al recibir el Premio Nobel de Literatura. Es importante comenzar con esta cita, porque a partir de ella se presentarán una serie de reflexiones en torno a su obra.

Para desarrollar dichas reflexiones, es necesario establecer que las mismas se basarán principalmente en tres textos, el discurso que leyó en Estocolmo, “La soledad de América Latina”, “Cien años de soledad”, una de las joyas de la literatura universal del siglo XX y “El general en su laberinto, una novela histórica que retrata los últimos días de Simón Bolívar, revolucionario del siglo XIX que ayudó a crear una identidad latinoamericana.

Otro aspecto que es necesario establecer al comienzo de estas reflexiones, es el concepto de Rebeldía, para el cual me baso en la definición de uno de los filósofos más importantes del siglo XX, el argelino Albert Camus, que dice:

 “La rebeldía nace del espectáculo de la sinrazón, ante una condición injusta e incomprensible. […] Su preocupación es transformar. […] Es pues, necesario que la rebeldía saque sus razones de sí misma, ya que no puede sacarlas de nada más.” [2]

Lo establecido por Camus, queda perfecto con el objetivo de este texto. La rebeldía que significa la obra de García Márquez nace ante una condición injusta e incomprensible. Esta condición injusta e incomprensible es justamente la que se menciona en la primera cita con la que se inició este texto, el tratar de interpretar la realidad latinoamericana en base a los valores occidentales, europeos para ser más exactos. Lo anterior, es algo que García Márquez también pone en voz de su protagonista en “El general en su laberinto” donde este le dice a un francés, en medio de una discusión incomoda sobre el “atraso” y la negación al progreso de los latinoamericanos:

 “<<Así que no nos hagan más el favor de decirnos lo que debemos hacer>>, concluyó. <<No traten de enseñarnos cómo debemos ser, no traten de que seamos iguales a ustedes, no pretendan que hagamos bien en veinte años lo que ustedes han hecho tan mal en dos mil>>. [...]<< ¡Por favor, carajos, déjennos hacer tranquilos nuestra Edad Media!>>” [3]

La cita anterior, es clara y coincide con la idea planteada en “La soledad de América Latina”. Es absurdo, para García Márquez, que los europeos de la Europa Ociddental quieran seguir midiendo a América Latina en base a sus ideologías y valores, y el personaje de Simón Bolívar en la novela es muy claro al mencionar lo absurdo que es que se sigan creyendo la sociedad perfecta cuando han hecho todo tan mal durante dos mil años, y exige, que dejen a América Latina tener su propia Edad Media en paz.

 Entonces, siguiendo lo establecido por Camus, la rebeldía busca transformar eso que considera injusto e incomprensible, y es por ello que García Márquez siempre buscó retratar de la manera más fiel la realidad de lo latinoamericano. Pero no es una “realidad fiel” al estilo de los rusos, que detallan cada parte de la vida del ruso del siglo XIX, cada detalle arquitectónico, gastronómico y moral, no. La realidad que busca retratar García Márquez es esa en la que vive el latinoamericano y que es difícil, si no imposible, de ser entendida por el extranjero. La realidad latinoamericana es la que fusiona lo real existente con lo real maravilloso, esa parte mágica y misteriosa de entender la vida.

El ejemplo más claro de ello es obvio, Cien Años de Soledad. Una obra en la que se presentan los grandes temas de la realidad latinoamericana, sin importar la nacionalidad. En esta novela existen las contradicciones políticas, las dictaduras, el abuso y la explotación por parte de las compañías extranjeras (la compañía de bananas), los matriarcados (Úrsula Iguarán en la familia Buendía), el amor, la relación permanente con la muerte (Úrsula y su amistad con el fallecido Prudencio Aguilar), la aceptación de lo extranjero cómo la respuesta definitiva a los problemas (El caso de José Arcadio Buendía y su obsesión con cada objeto que le traen los gitanos), la batalla por la identidad en un mundo donde se han mezclado dos culturas totalmente distintas (Lo “occidental” traído por los españoles, en mezcla con lo indígena), y la soledad constante por justamente eso, no encontrar o definir una identidad propia por culpa de que siempre se quiere medir el progreso y lo bueno y lo malo en base a los valores puramente occidentales.

Es por eso que la obra de García Márquez se entiende como una obra rebelde, que busca combatir esos absurdos por medio de la creación, la transformación de lo establecido. Presenta a América Latina tal cual es, con sus contradicciones, magia y soledad, ante un mundo globalizado que busca occidentalizarlo todo.

Y es por ello que es tan importante el último enunciado de la cita de Camus, donde se menciona que es necesario que la Rebeldía saque sus razones de sí misma, porque no podrá sacarlas de nada más, algo que García Márquez, y otros escritores del Boom como Julio Cortázar y Carlos Fuentes, entendieron. Sólo ellos, como latinoamericanos podían presentar a América Latina de la manera más fiel ante Occidente. Y que no se entienda que propongo que América Latina no es occidente, lo es también, pero es un occidente diferente que se creó a partir de la mezcla de lo indígena americano y de la cultura mayoritariamente española, la cual, a su vez, era una mezcla de occidente con medio oriente, pues todos sabemos que el sur de la península fue la gran capital del conocimiento, arte, arquitectura y religión de medio oriente durante el periodo histórico al-Ándalus.

 De esta manera, se entiende la Rebeldía que Gabriel García Márquez plasmó en su obra y en su vida hasta el día de su muerte.


[1] Gabriel García Márquez. La Soledad de América Latina. Estocolmo, 1982.

[2] Albert Camus. El hombre rebelde. Alianza Editorial: España, 2013, p.16. (Versión digital).

[3] Gabriel García Márquez. El general en su laberinto. Debolsillo: México, 2003. pp. 105-106.

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