En el nombre de todas las madres  que han perdido a sus hijos en la guerra - GLORIA ANZALDÚA

Gloria Anzaldúa (Valle del Río Grande, Texas; 1942 - Santa Cruz, California; 2004). Escritora, activista, feminista, chicana. Entre sus obras destacan This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color (1981) y Borderlands/La Frontera: The New Mestiza.



Le cubro su cabecita,

mi criatura con sus piececitos fríos.

Aquí lo tendré acurrucado en mis brazos

hasta que me muera.

Parece años desde que estoy sentada aquí

en este charco de sangre.

Esto pasó esta mañana.

Cuando oí ese tiroteo

se me paró la sangre.

Con el niño dormido en mis brazos

corrí pa’ fuera.

Trozos de tierra se levantaban,

volaban por todos rumbos.

Pedazos de ramas caían como lluvia,

una lluvia mohosa.

Vi a mis vecinos caer heridos,

la sangre chirispitiando en mis brazos,

cayendo en su carita.

Unos soldados pecho a tierra

disparaban sus rifles

y más allá  vi unos hombres armados con ametralladoras,

disparaban a la gente, a los jacales.

Cerca de mis pies la balacera rompía la tierra.

Detrás de mí sentí mi jacal echar fuego,

un calor fuerte me aventó adelante.

Tres golpes en el pecho sentí, uno tras otro,

vi los agujeros en su camisita.

Sentí que el niño apretó su manita,

la que tenía alrededor de mi dedo gordo.

Sangre saltó como agua aventada de una cubeta.

Cayó pintando las piedras

y las uñas de mis patas.

¿Quién hubiera creído

que un chiquillo cargara tanta sangre?

Todo mundo olía a sangre.

Madre dios,  ¿quién habrá cometido este mal?

Con un pedazo de mi falda,

le limpio su carita

salpicada de sangre.

Ay, Madre dios, un ojito le cuelga

y el otro no parpadea.

Ay mijito, no pude atajarte la muerte.

Un duelo me sube como fiebre.

¿Quién curará a mi hijo?

Mojo su cuerpecito.

Entre su pavico meto su intestino.

Aplico a sus ojos agua fría.

Pongo su ojito izquierdo en su cuenca,

se le sale y se resbala por su mejilla.

Limpio la sangre en sus párpados.

Soplo sobre su cabecita,

soplo sobre sus cuevas.

Nueve veces soplo.

Sane, mi hijo, sane.

¿Qué voy a hacer, Madre dios?

No siente alivio mi enfermito.

De aquí no me muevo,

en este rincón de mi tierra me quedo,

aquí que me abandone mi destino.

Aquí me quedo

hasta que mi hijo se haga polvo.

Aquí sentada,

viendo mis gruesos callos

en las plantas de los pies,

aquí viendo mis sandalias de hule

hinchadas con su sangre.

Aquí espantando las moscas,

viendo las sombras cuajadas de sangre.

Aquí me quedo hasta que me pudra.

Toda la noche lo arrullo en mis brazos.

Saco la chiche

se la arrimo a su boquita quebrada.

Él nunca ha de beber.

El día amanece,

vivo a ver otro amanecer,

qué extraño.

Tiendo al niño boca abajo

en mis piernas.

Le tapo su cara,

cubro sus huesitos rotos.

Me fijo hacia el cielo.

Busco su alma.

Alma de mijo, venga aquí a mis piernas.

Plumita ensangrada

devuelva de los cinco destinos.

Mi inocente criatura

que no temía a nada,

que nunca lloraba,

ni cuando se le acercó la muerte.

Quiero saber si ha  perdido el alma.

Aquí en mis naguas su cuerpecito,

cada hora más frío.

Te invoco Madre dios,

mujer de nuestro sustento.

¿Qué quería que hiciera, Madre mía?

Soy una pobre india.

A mi hijo no le tocaba,

no todavía no.

Estos agujeros en su pecho,

esto no es su destino.

Aquí me tiro en la tierra

soy solo un quejido.

Le pido que alivie a mi hijo,

que le devuelva su alma.

¿Qué culpa tiene una criatura?

Sí, Madre dios,

yo traté de proteger a mis hijos.

Al mayor lo mataron en el llano.

Al segundo lo mataron en el cerro.

Y el mes pasado mataron a mi hija en el monte.

Allá se les acabó su destino.

Ya nada más me quedaba el chiquillo,

este que está aquí cubierto con mi falda.

Sí, este de los piececitos fríos.

Madre dios, quiero matar

a todo hombre que hace guerra,

que quiebra, que acaba con la vida.

Esta guerra me ha quitado todo.

¿Qué han hecho con nuestra tierra?

¿Pa’ qué hacemos niños?

¿Pa’ qué les damos vida?

¿Para que sean masacrados?

¿Para que los güeros

se burlen de la gente?

En sus ojos nosotros los indios

somos peores que los animales.

Mire cómo se me está enfriando mi hijo.

Hijito, ¿por qué te quitaron la vida

antes de que aprendieras a andar?

Esta pestilencia, la guerra,

me ha quitado todo.

Esta enfermedad colorada

convierte todo a gusano.


Traducción de Norma Elia Cantú

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