El amor es el amante

su oído y sus manos de herradumbre,

los padres del Quijote

y los ojos de Borges,

la miseria que me surca,

la cotidianidad que me seca,

el portento que me exige esta apariencia

esta cara iluminada

y esta sonrisa que no me explico,

la sonrisa de Novalis.

¡Oh, sol negro de los hombres!

Te confundes con la noche pero eres vigilia

y espera en el tiempo de piedra,

el romanticismo que permanece,

la miopía que se supo miope

y se prefiere antes que la ceguera.

Constante en su duda el niño arquero,

ese milagro que también es maestro,

atraviesa la dermis del inconforme

que sólo sabe decir sí y no.

La jactancia del enemigo

y la reserva del atacado

se funden en concierto barroco.

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